Los gaviones del Trueba

     Desde hace algunos años me he acostumbrado a mirar en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española algunas palabras que en Medina de Pomar oía cuando era niño. Palabras hoy faltas de uso y que en mi ignorancia pensé no eran correctas. Así, puedo decir orgulloso que los niños medineses hace 50 años “resquilábamos” a los árboles como las ardillas. La última que me ha venido a la cabeza es “gavión”. Según el diccionario de la RAE, en una de sus múltiples acepciones, significa: “Cilindro de grandes dimensiones, tejido de mimbres o ramas, relleno de tierra o piedra usado en obras hidráulicas”.

     Allá por los años 60, que yo recuerde, aunque con toda probabilidad muchos años antes también, el río Trueba, de régimen fluvio-nival, solía disponer de grandes alteraciones en la cantidad e intensidad de su caudal. Las primeras nevadas del otoño o últimas de primavera eran las más peligrosas, sobre todo cuando eran seguidas por un calido viento sur. El deshielo repentino de miles de toneladas de nieve en Estacas, Valnera, La Sía y Lunada provocaba el desbordamiento del Trueba con una fuerza torrencial e inusitada. Quienes solo conocen ese hilillo de agua en que algunos meses de Agosto se convierte el Trueba, no se lo pueden imaginar, parecía fuese su venganza. La última gran riada recuerdo que fue en víspera de Navidad de 1980. Los ojos del puente casi llegaron a cegarse, los bajodel Rhin se inundaron. Alguien me contó que desde el puente de Trespaderne se veían flotando los marranos de alguna granja que la corriente se llevó por delante.

     El caso, es que el Trueba, de vez en cuando, daba algún gran susto. Pasado el puente de Medina, por el lado este, hacia Villacomparada, un encofrado de hormigón en peldaños, que denominábamos “las escalerillas”, mal protegía las propiedades de Jesús Fernandez. A sus fincas y hasta su casa llegó el agua en más de una ocasión. Por el lado oeste, que da a la ciudad, todos los años el agua arrastraba piedras y tierra de la orilla, dejando desprotegido el Santuario de Nuestra Señora del Rosario. Ante la evidencia de que una riada podía minar los cimientos de la ermita citada, el Ayuntamiento enviaba al Trueba a unos operarios municipales, quienes tratando de corregir el curso del agua colocaban unos gaviones transversales en las orillas para que la corriente rebotase hacia la otra orilla. Vano intento de la “ingeniería hidráulica medinesa”, a los tres o cuatro años la situación siempre era peor, la amenaza más grave.

     Fue entre “las escalerillas y los gaviones” del Trueba en donde transcurrieron muchas horas de la infancia de la chavalería medinesa de los años 50 y 60, del siglo XX. Allí empezamos a jugar y a soñar con ser piratas los lunes, después de haber visto una de piratas en el cine del Fundador Villota los domingos. Siempre bajo la sombra del aquel terrible pirata que jugaba al ajedrez: “el chato Hilarito”. Aprendimos a mal nadar cuatro metros en los pozos que el río dejaba en verano y a construir balsas con mimbres y juncos del río. Siendo más mayores desarrollamos nuestra habilidad pescando cangrejos a mano y pececillos con botella de champagne, entonces en Medina no se bebía cava sólo champagne.

     A principios de los 60, comprobada por enésima vez la inutilidad de los gaviones hechos con cantos rodados,  pedruscos propiedad del mismo río Trueba, recogidos con mallazo de alambre, hicieron unos diques de hormigón. El intento fue vano de nuevo, los desplazaba y corregía, el riesgo continuaba. Creo que fue en los 70 cuando la Confederación Hidrográfica del Ebro se hizo cargo de la obra de canalización del Trueba a su paso por Medina.

     Un domingo por la mañana, de este pasado mes de Noviembre, paseando por la chopera contemplé la parte superior de los diques de hormigón que aún se conservan. Están en línea con la fuente y la esquina posterior del Santuario. Después estuve jugando a adivinar dónde están enterrados “los gaviones del Trueba”. Muchos medineses, ya entrados en edad, que recuerdan los gaviones y diques como malecones del gran puerto fluvial  que tuvo  Medina en el Trueba, seguro que saben donde están enterrados, como lo sé yo, porque allí junto a ellos también está enterrada “una parte de nuestra niñez”.

     Medina de Pomar, Noviembre de 2011.

1 comentario:

  1. Hola José Luis:
    Hace unos años también le estuve dando vueltas a la palabra "gaviones".
    En mi pueblo, que está a orillas del Ebro, hay una zona llamada "los gaviones". No veía asociación de la palabra con el lugar, tanto que hasta sopesé la posibilidad de que fuera una deformación de "rabiones" (zona de un río con cierta corriente).
    Unos 500 m. río abajo hay otra zona conocida como "riocañal" (río encañado, río canalizado), hay testimonios que en esta zona había una especie de pequeños muros hechos con acumulaciones de cantos rodados. Esta especie de muros eran parte de una pesquería, cortaban el río de forma transversal formando una especie de embudo en el que se colocaban las nasas y redes para pescar.
    Estos testimonios me llevaron a pensar que también la zona de "los gaviones" era una pesquería y que los gaviones eran los muros que la conformaban. A raíz de estas conclusiones descubrí otra pesquería en otra zona llamada "La pontinueva" en la que las acumulaciones de cantos en forma de embudo aún son visible.Recientemente un amigo me enseñó una escritura de antepasados suyos en la que dejaban en herencia los derechos de pesquería a sus herederos.
    Aprovecho la ocasión para felicitarte por tu libro "La participación italiana en el Frente Norte".
    Un saludo
    Julio Alberto
    Museo Etnográfico de Montejo de S. Miguel

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