El sueño argentino (3): Relato de un naufragio en trece fotos (V a VIII)


Capítulo V


El crimen sacrílego del cura párroco

de Tartalés de los Montes


Gregorio Ruiz-Huidobro

Iglesia de Tartalés
     El domingo, 26 de Julio de 1914, la misa comenzó a las 5 de la mañana, del horario madrileño[1] por el que se regían entonces los pueblos de España. Era pleno verano, tiempo de cosecha, razón por la que D. Gregorio cura párroco de Tartalés de los Montes adelantaba la celebración a una hora tan temprana. Aparte de preocuparse por el alma de sus feligreses, se preocupaba por su pan; a él también le iba algo en ello. Sabía que, a pesar de ser festivo, las gentes del pueblo tenían que trabajar fuerte. Duras jornadas segando, haciendo gavillas, acarreando la mies, trillando; se jugaban gran parte del sustento anual de sus familias.
     El cura decía la misa en latín, mirando al altar, lo que suponía dar la espalda a los feligreses, salvo en contadas excepciones. Fue transcurriendo rápida. Momentos antes de la consagración D. Gregorio asió el cáliz con sus dos manos, el monaguillo se aproximó y tomando la vinajera del vino echó de éste en el cáliz hasta que el cura le hizo señal con la mano. Un vino fruto de la vid, natural y puro, no mezclado con sustancias extrañas, como exige el missale romanun. Después el acólito tomó el agua y vertió unas gotas en el mismo cáliz.

     Llegó el momento de la consagración. El sacerdote puso las manos sobre las hostias contenidas en la patena pronunciando la frase: Hoc est enim corpus deum. Continuó poniéndolas sobre el cáliz, mientras dijo: Hic est enim calix sanguinem team. El pan y el vino pasaron a ser cuerpo y sangre de Cristo. Posteriormente anunció: Per ipsum et cum ipso et in ipso, est tibi Deo Patri omnipotenti, in unitate Spiritus Sancti, omnis honor et gloria per omnia saecula saeculorum, y elevó las especies por encima de su cabeza pudiendo verlas los feligreses. Acto seguido, el celebrante comió la hostia y bebió el contenido del cáliz. Tras una breve pausa, repartió la comunión entre sus fieles. Para finalizar, se volvió hacia los asistentes y dijo:
     -   Ite missa est.

     Por la misma razón que la misa se celebró un poco a deshora, hizo lo mismo con el santo rosario. De llevarlo a término por la tarde no hubiesen acudido feligreses. Tras recogerse en la sacristía para quitarse la casulla, volvió a la iglesia, se dirigió al púlpito e inició el santo rosario. Un rosario que jamás concluyó. Había pasado ya el segundo misterio cuando comenzó a sentirse mal. Se dirigió hacia los fieles con la cara desencajada y convulsionando exclamó:
     -   Me han envenenado, den cuenta a la autoridad competente.

     Al momento cayo desplomado, como herido por un rayo. Los fieles de las primeras filas se aproximaron en su auxilio. En dos minutos tuvo dos convulsiones tetánicas[2] con espasmos, los brazos y las piernas totalmente rígidos, el cuello arqueado hacia atrás, el rostro cianótico, la lengua de color azul, los músculos contraídos. Acto seguido su corazón se paró. 30 miligramos de estricnina en ayunas representan la muerte en menos de 30 minutos.

     Al día siguiente, a las cinco de la tarde, en Quintana de Valdivielso, el Secretario Accidental Gregorio López, ante Epifanio Rodríguez, a la sazón Juez Municipal de Valdivielso, escribió en el Acta de Defunción: Ha fallecido a consecuencia de “apoplejía cerebral y pulmonar”.





     Un mes antes del acontecimiento descrito, el 28 de Junio, había muerto asesinado en Sarajevo, por un disparo, el Archiduque Francisco Fernando de Austria. Durante todo el verano, la prensa española, siguiendo la corriente de toda la prensa europea, ponía su punto de mira en los Estados Centroeuropeos. Tras el magnicidio del heredero de la corona del Imperio Austrohúngaro, el estallido de una guerra estaba en boca de todos.

     En la prensa local y provincial de Burgos, del día 1 de Agosto se publicó una noticia breve, en el Diario de Burgos, a propósito del “grave suceso” y las detenciones practicadas. Todo apuntaba a un móvil político.
La Voz de Castilla, periódico igualmente de Burgos, del día 2 de Agosto, también se hacía eco de la noticia. En pocas líneas relataba: “El Crimen de Tartalés”, para continuar: “Los rumores parecen indicar que obedecen a antiguos resentimientos de familia, ajenos por lo tanto, a la política. Se dice que el tóxico que ha producido la muerte fue colocado en las vinajeras, introduciéndose los asesinos por la torre de la iglesia durante la noche”. (sic)



     En la prensa nacional pasó casi desapercibida la noticia. El Diario ABC puso una breve reseña del hecho el día 2 de Agosto. Bajo los títulos “Una venganza” y “Sacerdote envenenado”, en doce líneas relataba la desgracia. También apuntaba a “una venganza política”, añadiendo que se buscaba activamente al autor o autores. La Correspondencia de España, el domingo 2 de Agosto, dedicaba las tres primeras páginas, de sus ocho en total, al estallido de la guerra entre Francia y Alemania y sus consecuencias en España. En la página séptima dedicaba ocho líneas bajo los títulos: “Crimen Horrible” y “Sacerdote envenenado”. El semanario El Motín, de ideología anticlerical, en su edición del 6 de Agosto, mas que dar la noticia, hacía una burla con ella:
“Pregunta repetida
En el pueblo de Tartale, (Burgos) cayó el párroco al suelo en el momento que comulgaba.
Acudieron a socorrerle los fieles, y se comprobó que estaba envenenado con estricnina, que alguien había echado en el vino.Siempre que ha ocurrido un caso de éstos, he preguntado:
¿Cómo la bendición del sacerdote, que tiene poder bastante para convertir el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo, no lo tiene para convertir el veneno en sustancia inofensiva? ¿El que pude lo más, por qué no puede lo menos?
Y como nadie me ha contestado repito ahora la pregunta, para ver si soy más afortunado en esta ocasión” (sic).



Capítulo VI

El sargento Contreras


     -   El sargento Contreras era un tipo duro, fraguado en la lucha contra los achacadores[3]. Asaltadores de caminos, bandoleros, cuatreros, afanancios y asesinos, ya podían echarse a temblar con sólo oír su nombre.
     Cuando el juez de instrucción de Villarcayo, oído el informe de los vecinos a propósito de un posible envenenamiento del difunto, le citó para que se hiciese cargo del caso fue el hombre más feliz del mundo. A falta del teniente era él el superior jerárquico en el cuartel de la Guardia Civil, y como tal preparó el dispositivo para detener al asesino o asesinos que habían cometido el horrible crimen sacrílego del párroco de Tartalés.
     Personado en el pueblo hizo las primeras indagaciones y vio claro el móvil y a los asesinos. El primer sospechoso fue Damián Armiño. Todo el pueblo conocía su animadversión hacía el cura desde la muerte de los cochinos y los castrones. Incluso existían testigos que presenciaron cómo estuvo a punto de agredir al ministro de Dios, en el pórtico de la iglesia, un día en que la discusión fue extremadamente tensa. Para colmo, la guardia civil encontró estricnina en su cuadra, por indicación de Juan Antonio.
     El segundo sospechoso era Ángel Ruiz Fernandez, alcalde de la Merindad de Valdivielso, y sus amigos Rafael Armiño Mata de Arrroyo, y Faustino Armiño Díaz, Damián Armiñó Revuelta y su hermano Jacinto. Oponentes políticos del grupo que el cura apoyaba en las próximas elecciones municipales, en las que participaba su hermano Gaspar como cabeza de lista.
     Todos quedaron arrestados como sospechosos en los calabozos del juzgado de Villarcayo. A los pocos días el juez decidió descartar la “trama política” y puso en libertad al grupo de tres.

     - A Damián Armiño le dieron más leña que la que un cusifai[4] puede aguantar. Una pila de hostias incontable.

     - Tenía que cantar el guión que el sardo[5] quería. Éste ya había reconstruido los hechos en su azotea[6] como se le ocurrió. Decidió que el envenenador había entrado, la noche anterior, subiendo al tejado de la Iglesia y de ahí al campanario. Había descendido del mismo hasta llegar a la sacristía y depositado la estricnina en la botella de vino, que surtía a la vinajera. ¡Joder que tío más complicado!, con lo bien que se entra por las puertas. Sólo la fuerza que proporciona la verdad hizo que pudiese aguantar las torturas a las que durante varios días fue sometido. Estuvieron a punto de reventarle. En la cafúa de Villarcayo le colocaron sacos llenos de tierra sobre los hombros atados con unos alambres que le hacían sangrar.. A falta de pruebas consistentes, el juez instructor ordenó liberarle y continuar las indagaciones.  El sargento Contreras fue un perfecto güevón que no se enteró de nada.



Capítulo VII

12 de Septiembre

     Cuando un teniente del puesto de la Guardia Civil se hizo cargo del caso, solicitó interrogar a todo el entorno del cura, empezando por sus parientes más cercanos. Le resultó chocante que el sobrino del fallecido hasta entonces no hubiese prestado declaración. Si el instrumento para cometer el asesinato fue la estricnina, era una pista cierta para abrir una línea de investigación. Era imprescindible interrogar uno por uno a todos los vecinos que hubiesen comprado estricnina, bien para ellos o para otros, saber quienes la poseían, su localización y uso.
     Había un dato que llamaba que llamaba la atención y era preciso contrastar: ¿Por qué el sobrino condujo al sargento a la cuadra de Damián, enseñándole la estricnina?

      Juan Antonio siempre había eludido su presentación para declarar. Tenía miedo y se había marchado de casa. Primero se refugió en la Cueva del Cordal, situada en un monte próximo al pueblo. Más tarde, con el apoyo de su amigo Juan Revuelta, se refugió en el campanario de la iglesia de Panizares. Hartos de citaciones infructuosas, facilitado el paradero por su amigo, un 12 de Septiembre de 1914 la Guardia Civil, con el sargento Contreras al frente, se presentaron delante de la iglesia de Panizares.


Panizares

     -     Juan Antonio sal, hostias, que soy Contreras, que no te voy a hacer nada.

     Nuestro protagonista chitón. Ante la alternativa de entrar a buscarle y poder sufrir algún accidente, tomaron un brasero encendido y fueron echando guindillas y patas de vacas. Lo pusieron debajo del campanario y montaron una humareda con un olor que no hubiese aguantado ni el mismísimo diablo.



      Le llevaron detenido a la prisión de Villarcayo y tardaron poco en quebrarle.

Antigua prisión de Villarcayo
     -   Entonces canté.
     -   ¿Vos cantastes?
     -  Si, canté. La milonga llorona de la solfa[7] que me dieron. Todo había sido más sencillo de lo que pensaban. El día anterior, sábado, el tío me mandó a la taberna del pueblo a por vino. Fue entonces cuando tomé la llave de la iglesia, que siempre estaba accesible, y acudí a la sacristía para echar la estricnina. Tardé un rato, cuando volví a casa con el vino, el tío ya estaba de mal genio y me reprendió por haber tardado tanto. No me reñiría nunca más. La estricnina la había comprado yo en un viaje a Medina de Pomar.




Capítulo VIII


El camino de Burgos

     -  El camino de Villarcayo a Burgos, en carruaje, duraba dos días. Motivo por el que paramos en Oña para hacer noche. La cana[8] era fría y húmeda, como el resto de cárceles por las que he pasado. Afirmo que todas las cárceles del mundo siempre tienen moho. Da lo mismo que la cana esté en una hondonada junto a un río o en lo mas alto de un pueblo. Poco a poco, sin darte cuenta, antes o después te acaba saliendo cardenillo en los pliegues del corazón. Un día cualquiera, de esos en los que no brilla el sol, mirás para adentro y ves que el corazón se oxidó. Pasó a ser un elemento decorativo más.

La Correspondencia de España
     Lo único bueno de la de Oña es que tenía un agujero para la espiro[9]. Cuando escapé, por la noche, tuve que esperar escondido en las afueras del pueblo hasta que amaneció; no me podía orientar. Era una noche fría y oscura de Enero, que pasé tiritando hasta que amaneció. Durante toda la noche pensé que los guardias saldrían a buscarme a los caminos. Cuando el día empezó a clarear, me fui monte arriba en dirección al norte, hacia La Rasa. Antes del mediodía ya estaba en la cumbre y divisaba Hoz de Valdivielso. Bajé por el portillo del Juncal y al anochecer me arrimé a Panizares. Pensé que mis amigos los pastores seguro que me ayudarían. Para empezar me dieron de comer, que falta me hacía.


Antigua bajada de Tartalés

     ¡Qué inocente! Cuando pasaron unos pocos días, y no encontraron rastro alguno de su presencia en otras zonas, ¿donde le buscarían?. Fueron al valle y le volvieron a hacer preso.

     Le ingresaron en la prisión de Burgos, en espera de la documentación preparada por el Juez de Instrucción de Villarcayo y los trámites para fijar fecha y tribunal para realizar el juicio en la Audiencia.










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[1] Por aquel tiempo el uso horario en España no era el UTC+1, sino el correspondiente al meridiano que pasa por Madrid. Amanecía dos horas antes que hoy en día.
[2] Contracción muscular violenta, involuntaria y prolongada.
[3] Achacadores=malhechores
[4] Cusifai=cualquier persona
[5] Sardo= sargento
[6] Azotea=cabeza
[7] Solfa = paliza
[8] Cana=prisión
[9] Espiro=fuga

2 comentarios:

  1. Sencillamente genial. Me dice Apora Valdivielso que nos lo has puesto muy dificil para el artículo de Crónica Merindades.

    Un abrazo.

    Juanra Seco, el de la estirpe de envenenadores de curas, pero también de curas envenenados.

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